miércoles, 25 de febrero de 2015

Slow fashion, una apuesta por la moda sostenible



Vivimos en un mundo en el que todo se consume y se tira con rapidez. Incluso la ropa. Los vaqueros que nos compramos un invierno perecen el siguiente, o incluso antes, sustituidos por  nuevos cortes, estampados más actuales, tejidos recién llegados de la última pasarela. Pero no todo el mundo se apunta a esta corriente. Dentro del “slow movement” o “movimiento lento”, cuya rama quizás más conocida sea la de la “slow food”, hay otra tendencia aplicada justamente a la moda, que se conoce como “slow fashion”, justamente, “moda lenta” o “moda tranquila”. 



El término es muy reciente: fue acuñado en 2007 por Kate Fletcher, del Centre for Sustainable Fashion, en Reino Unido, y lo que pretende justamente es definir un movimiento de moda sostenible, opuesto a las tendencias efímeras y como contraposición a la ropa producida en masa. Hay diferentes maneras de practicar la slow fashion, desde la oposición y boicot a la moda producida masivamente por las grandes multinacionales, hasta la elección de productos artesanales que apoyen a pequeños negocios y al comercio justo. Otra manera de practicar esta tendencia es optar por comprar ropa de segunda mano o vintage (donando la que ya no se usa), elegir ropa hecha con telas sostenibles o recicladas y elegir prendas de calidad que por tanto van a durar más tiempo, se pueden reparar y no implican un reconsumo constante. En general, la idea es alargar todo lo posible el ciclo de la ropa, reparándola o personalizándola, para así reducir el consumo de la misma: comprar menos prendas y con menor frecuencia. Lo eco y lo artesano son, pues elementos fundamentales de esta tendencia. 

 “Calidad sobre cantidad” es la consigna básica. Y la calidad no se centra únicamente en la durabilidad, sino en otro aspecto que me encanta: el respeto al medio ambiente mediante la selección de materias primas orgánicas y éticas, favoreciendo las tradiciones y modos de producción locales.
La slow fashion no lo tiene fácil en un mundo en el que los consumidores se han adaptado a las estrategias de las grandes cadenas, que en ocasiones ofrecen hasta 15 cambios de temporada por año, trabajando y fomentando por tanto ciclos de consumo muy cortos, un carrusel de ropa en constante funcionamiento. En países como Reino Unido, la gente ha aumentado un tercio su consumo de ropa (casi siempre barata), que a menudo dura menos de un año en los armarios. 

No obstante, cada vez son más los diseñadores slow fashion, íntimamente conectados no sólo con su trabajo, sino también con una manera de entender la moda, en base a procesos artesanales y en pequeñas series, y que su vez intentan que los consumidores se involucren en una relación más duradera con su propia ropa. El producto va ligado a una especial emotividad, de manera que el usuario sienta aprecio hacia sus prendas y por tanto decida conservarlas durante más tiempo. 



La norteamericana Donna Karan ha sido uno de los nombres más conocidos que se ha apuntado a esta tendencia, que en España tiene al proyecto Medwinds como uno de sus puntales más destacados: su filosofía, disfrutar de la ropa de un modo sosegado, con productos de ropa confeccionados en pequeños talleres del Mediterráneo, un mar del que aprovecha también el estilo de vida: no al estrés y la prisa y sí a la calma, al saborear cada momento. De la misma isla que Medwinds, Mallorca, es la diseñadora Rosa Esteva, responsable de la firma Cortana, que también se caracteriza por los acabados artesanales y la gran calidad de sus tejidos. Esteva busca contactar con los sentidos y emociones a través de la moda, lo que se transforma en prendas capaces de vencer el paso del tiempo, que envejecen bien. 

Fotos de Guto Bernardo. 

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