Soy una adicta a los mercados ecológicos, que, por suerte
para mí, en Madrid proliferan cada vez más. La tendencia de comprar productos lo más naturales posibles, alejados de
pesticidas y demás productos químicos, llegó tarde a España, pero cada vez se
consolida más, no únicamente en las grandes ciudades sino también en otras de
tamaño medio. Además, de manera creciente este tipo de establecimientos
intentan presentar un aire cálido y confortable y una atención
personalizada para lograr que los
clientes puedan no sólo comprar, sino también informarse sobre las propiedades
de cada producto o saber cómo se cocinan. Se trata de convertir un acto que de
otro modo sería meramente de consumo en toda una experiencia. Hay locales que
incluso se benefician del desarrollo digital para complementar los
tradicionales lineales con pantallas en las que se puede contemplar el trabajo
de los pequeños productores que los abastecen. Y es que ese es otro de los
grandes beneficios de los mercados ecológicos, el dar cabida a agricultores que
en las grandes cadenas no tienen espacio frente a la producción agrícola de
masas, favoreciendo la proximidad, que redunda por tanto en una mayor frescura
de lo que se consume. Otros establecimientos preparan talleres o tienen
nutricionistas para asesorar a sus clientes. La innovación es una constante.
En países como Alemania, Francia, Estados Unidos o Rusia los
mercados ecológicos son habituales desde hace años, y combinan en un mismo
espacio alimentos, cosméticas, flores y hasta restaurantes en los que se
cocinan este tipo de productos. En esos países, la duda que asalta a muchos
consumidores sobre la posibilidad de comprar productos a la vez saludables y
sabrosos ni se plantea. En España, sin embargo, muchas personas son todavía
reticentes a cocinar alimentos de los que poco saben, como el tofu, el amaranto
o ciertas hortalizas poco comunes.
Las razones para acabar entrando en un mercado ecológico son
muy variadas: desde la pura curiosidad hasta la conciencia ecológica, pasando
por motivos más prácticos, como los que guían a quienes tienen problemas de
salud y necesitan efectuar cambios radicales en su alimentación. Los mercados
ecológicos están vinculados directamente a la filosofía del slow buying o
compra lenta, que debe practicarse en espacios agradables y donde el vendedor
no sólo pretende que el cliente compre sus productos, sino que también intenta
asesorarle y ofrecerle información sobre todo un estilo de vida.
En Madrid, el primer mercado 100% ecológico abrió el año
pasado en el barrio de Chueca, y se hace llamar “El huerto de Lucas”. Se trata
de un mercado de abastos asequible, que pretende vender carne, vino, pan o
fruta ecológica sin incrementar los precios abusivamente, como sucede por ejemplo
en otros mercados gourmet. En el mercado pueden encontrarse café orgánico, té
ecológico, especias, zumos ecológicos exprimidos en el momento… El proyecto
intenta practicar un comercio justo y eliminar los intermediarios del mundo
rural, logrando que los beneficios reviertan directamente en los productores,
fundamentalmente locales, de ahí que intenten que los productos procedan, en la
medida de lo posible, de agricultores madrileños. Además de espacio para los
productos gastronómicos, en El huerto se incluyen productos de belleza, de
limpieza para el hogar, masajes…La decoración sigue la misma línea de apostar por lo natural,
con plantas decorando el techo y las paredes. Si queréis conocer toda la
información y actualizaciones de este original proyecto, lo mejor es que
visitéis su web, http://elhuertodelucas.com/.
En todo caso, Madrid está lleno de mercados orgánicos. Es suficiente con que os
deis un paseo por la red, porque tanto en la capital como en las ciudades del
entorno, lo ecológico está cada vez más presente.
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