Hoy quiero presentaros en mi post una manera de trabajar de la que
seguramente habéis oído hablar ya, pues últimamente se ha puesto muy de moda en
España. Enlaza directamente con mi pasión por la optimización de los recursos, pues
también en el ámbito laboral podéis hacerlo, especialmente si, como yo, sois
freelance pero no queréis sentiros aislados en vuestra burbuja. Todos los que trabajáis
por vuestra cuenta seguro que coincidiréis conmigo en que está muy bien eso de
que cada uno se imponga sus propios horarios, pero a veces lo de trabajar en
pijama y desde la cama puede terminar por conducirnos al aislamiento más
absoluto, y la flexibilidad de horarios es también muy sencillo que termine en
descontrol absoluto y en horas de mas pasadas frente a la pantalla del
ordenador. A todos estos “males” intenta poner remedio el coworking. Os preguntareis
que significa la palabreja. “Coworking” es un neologismo ingles que viene a
significar algo así como “cotrabajo”, o dicho de otro modo, un espacio físico compartido
por diferentes profesionales para trabajar en sus propios proyectos pero también
favoreciendo la creación de sinergias compartidas.
Las ventajas del coworking son muchas: la primera obviamente
es de orden económico, ya que a lo mejor no puedes pagarte un alquiler para ti
solo, pero si un pequeño espacio en una oficina compartida. Pero los puntos
positivos van mas allá de la cuestión monetaria: romper el aislamiento,
intercambiar proyectos y conocimientos… Imagina, por ejemplo, un coworking en
el que trabajan un periodista y una ilustradora que se deciden a emprender un
proyecto conjunto de un documental sobre mujeres dibujantes. O que en uno de
estos espacios se conocen una arquitecta y un gestor de proyectos de cooperación
que deciden viajar a África para construir viviendas sostenibles. Quizás fuera
del coworking nunca se habrían conocido, pero estos espacios compartidos le
permiten poner sobre el tapete sus intereses en común y sus potencialidades.
El coworking es ya todo un movimiento global, que ha ido
modificando el modo de trabajar y de interactuar laboralmente, creando espacios
más relajados, que me encantan porque rompen con la idea de que el trabajo
tiene que ser algo extremadamente jerárquico y aburrido. Imagina que en un
mismo espacio pueden convivir profesionales de Internet, diseñadores,
escritores, periodistas… Imagina la cantidad de ideas por metro cuadrado que
caben en esos espacios, en los que cada uno de ellos tiene su escritorio
individual y acceso a Internet. El hecho de que exista una comunidad global de
coworkers en países tan dispares como Estados Unidos, Francia, Australia o México
favorece mucho la posibilidad creciente de convertirse en “nómadas digitales”,
es decir, profesionales que pueden viajar por todo el mundo, porque su única herramienta
de trabajo es un ordenador portátil.
En España el fenómeno ha adquirido una inusitada vitalidad
en muy poco tiempo, y prueba de ello es que una lista elaborada hace unas
semanas ha concluido que Barcelona y Las Palmas son dos de las mejores ciudades
del mundo para el coworking. El ranking ha sido elaborado teniendo en cuenta la
calidad de vida que ofrecen, las comodidades o el precio de los espacios. En el
resto de Europa, Amsterdam y Praga son dos de las mejores opciones.es.
Solamente en Barcelona hay mas de cien espacios de coworking, y unos quinientos en toda España. Lo cierto es que la tendencia no deja de crecer, al hilo de la cada vez mayor preferencia de la gente por espacios colaborativos y humanos, en los que no se trate unicamente de cumplir un horario, sino también de trabajar a gusto y compartiendo conocimientos. Lejos de ser una tendencia efímera, todo parece indicar que el coworking ha venido para quedarse.
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